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regresar aún a la lectura, pero confortada por su compañía.
Él sólo trabajó unos momentos, y luego apagó la máquina con un suspiro. Su mirada
ausente se posó sobre el hogar que ocupaba el centro de la habitación, pero no se
percató de su presencia.
Así que no soy la única que tiene problemas en concentrarse. Tal vez se deba a este
extraño clima gris. Parece ejercer un efecto deprimente sobre las personas...
Koudelka cogió su bastón y deslizó una mano sobre la funda. Entonces lo sostuvo con
firmeza y lo abrió en forma lenta y silenciosa. Observó la hoja brillante que casi parecía
poseer una luz propia en la penumbra de la habitación, y la giró un poco como si meditara
sobre su diseño o su buena factura. Entonces, colocando la punta contra su hombro, y
envolviendo la hoja en un pañuelo para poder sujetarla, presionó muy suavemente el
costado de su cuello sobre la arteria carótida. La expresión de su rostro era distante y
pensativa, y sus manos sujetaban la hoja con la delicadeza de un amante. De pronto
cerró los dedos con fuerza.
La pequeña exclamación de Cordelia, el inicio de un sollozo, lo arrancó de sus
meditaciones. Koudelka alzó la vista y la vio por primera vez; apretó los labios y se
ruborizó. Rápidamente bajó la espada, que dejó una línea blanca sobre su cuello, como
parte de un collar, con unas cuantas gotas color rubí que brotaban de ella.
 No... no la había visto, señora  dijo con voz ronca . Yo... no me haga caso. Sólo
jugaba.
Se miraron uno al otro en silencio. Las palabras brotaron de los labios de Cordelia sin
que ella pudiera contenerlas.
 ¡Odio este lugar! Ahora siempre tengo miedo.
Cordelia ocultó el rostro en el respaldo del sofá y para su propio horror, comenzó a
llorar.
¡Basta! ¡Kou es el último que debe verte así! Él ya tiene bastantes problemas sin que tú
añadas los que tienes en tu imaginación. Pero no podía contenerse.
Koudelka se levantó y cojeó hasta el sillón con expresión preocupada. Se sentó a su
lado.
 Eh...  comenzó . No llore, señora. Sólo era un juego, de verdad.  Torpemente, le
palmeó el hombro.
 Tonterías  murmuró ella . Casi me mata del susto.
Siguiendo un impulso, su rostro bañado en lágrimas abandonó el tapizado suave del
sofá para posarse sobre el hombro uniformado de verde. Esto logró conmoverlo y
arrancarle un poco de franqueza.
 Usted no puede imaginar lo que se siente  susurró con ardor . La gente me
compadece, ¿lo sabía? Hasta él me compadece.  Se refirió a Vorkosigan con un
movimiento de cabeza que no indicaba ninguna dirección en particular . Es cien veces
peor que el desprecio. Y así será para siempre.
Cordelia sacudió la cabeza sin nada que responder ante aquella innegable verdad.
 Yo también odio este lugar  continuó él . Casi tanto como él me odia a mí. Más,
algunos días. Así que, como verá, no se encuentra sola.
 Hay mucha gente que quiere matar a Aral  susurró Cordelia, despreciándose por
mostrarse tan débil . Unos desconocidos... y al final alguno logrará su cometido. No
puedo apartarlo de mis pensamientos.  ¿Sería con una bomba? ¿Con algún veneno?
¿Un arco de plasma quemaría el rostro de Aral y ni siquiera tendría sus labios para
ofrecerles un beso de despedida?
Koudelka abandonó su propio dolor para concentrarse en el de ella, y sus cejas se
unieron con expresión interrogante.
 Oh, Kou  continuó ella mientras le acariciaba la manga . No importa lo mucho que
sufras, no lo hieras a él. Aral te quiere... eres como su hijo, la clase de hijo que siempre ha
querido. Eso  añadió señalando la espada que brillaba sobre el sillón le destrozaría el
corazón. Este lugar lo llena de locura día tras día, y a cambio le pide que entregue justicia.
Le resultará imposible hacerlo si no tiene el corazón entero. De lo contrario comenzará a
devolverles locura, como hicieron todos sus predecesores. Además  agregó sin ninguna
lógica , ¡este clima es tan húmedo! ¡No será culpa mía si el niño nace con branquias!
Kou la abrazó con afecto.
 ¿Tiene... tiene miedo del parto?  preguntó con una inesperada capacidad de
percepción.
Cordelia se paralizó al verse enfrentada con sus temores reprimidos.
 No confío en los médicos de aquí  admitió con voz temblorosa.
Él sonrió con profunda ironía.
 No se lo reprocho.
Cordelia se echó a reír y también lo abrazó, para luego alzar una mano y secarle las
gotitas de sangre que se deslizaban por su cuello.
 Cuando uno quiere a alguien es como si lo cubriese con su propia piel. Se siente
cada dolor. Y yo lo quiero mucho, Kou. Quisiera que me dejara ayudarlo.
 ¿Terapia Cordelia?  La voz de Vorkosigan sonó fría y cortante como un granizo
repentino. Ella alzó la vista sorprendida y lo vio de pie frente a ellos, con el rostro tan frío
como su voz . Por lo que sé, tienes bastante experiencia betanesa en estas cuestiones,
pero te ruego que dejes la tarea para alguna otra persona.
Koudelka enrojeció y se apartó de ella.
 Señor...  comenzó, pero se detuvo tan perplejo como Cordelia por la ira helada en
los ojos de Vorkosigan. Éste lo miró un momento, y ambos guardaron silencio.
Cordelia inspiró profundamente decidida a replicar, pero sólo emitió una pequeña
exclamación cuando él le volvió la espalda y se marchó.
Koudelka, todavía ruborizado, se replegó en sí mismo, se apoyó en su espada y se
levantó respirando con agitación.
 Le ruego que me disculpe, señora.  Las palabras no parecían tener ningún sentido.
 Kou  dijo Cordelia , usted sabe que él no quiso decir algo tan desagradable. Ha
hablado sin pensar. Estoy segura de que no... que no...
 Sí, lo comprendo  replicó Koudelka con una mirada dura . Todo el mundo sabe
que no constituyo ninguna amenaza para el matrimonio de un hombre. Pero si me
disculpa, señora, tengo trabajo que hacer. O algo así.
 ¡Oh!  Cordelia no sabía si estaba más furiosa con Vorkosigan, con Koudelka o
consigo misma. Se puso en pie y abandonó la habitación, diciendo : ¡Al diablo con todos
los barrayareses!
Droushnakovi apareció en su camino con un tímido:
 ¿Señora?
 Y tú, niña... inútil  exclamó Cordelia, dejando escapar su ira en todas direcciones .
¿Por qué no te ocupas de tus propios asuntos? Vosotras las barrayaresas parecéis
esperar que os sirvan la vida en una bandeja. ¡No funciona de ese modo!
La joven retrocedió un paso, perpleja. Cordelia contuvo su indignación y preguntó con
más calma:  ¿En qué dirección se fue Aral?  Pues... creo que arriba, señora. Algo de
su antiguo sentido del humor llegó en su rescate. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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